Este filósofo decía que los seres humanos nos enfadamos ante algo porque pensamos que lo que hacemos es siempre lo correcto. Compara al ser humano con un perro atado a la parte trasera de un carro; este tiene una determinada libertad, pero no la suficiente como para hacer lo que quiere. Aunque la diferencia que nos separa es que los humanos poseemos la capacidad de razonar.
También defiende que la esperanza trae la ira a las personas y que sin esperanza no nos enfadaríamos tanto. Esto lo comprobó estudiando el comportamiento de personas de la alta sociedad que, según él, son las que más esperanzas tontas tenían y las que más se enfurecían a lo largo de su vida porque siempre esperaban algo bueno que cuando no venía les hacía enfurecer, y a partir de esto extrajo una posible solución:
"Si la ira predomina en las personas optimistas, para que esta no nos domine debemos ser más pesimistas".
Personalmente, no estoy muy de acuerdo con Séneca, porque sin esperanzas ¿de dónde sacaríamos el ánimo para seguir adelante en situaciones difíciles? ¿cómo nos podríamos armar de fuerza si estamos convencidos de que nos va a salir todo mal? El mundo sin esperanza sería un lugar donde no existe el ímpetu ni las ganas de hacer algo maravilloso, y haciendo cosas maravillosas es como se consigue la felicidad.
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